lunes, 29 de noviembre de 2010

Carta No. 1


El sabado fue un día más que especial por muchos motivos. Luis y yo nos casamos, recibimos la bendición de Dios por nuestro matrimonio, compartimos con nuestros seres queridos nuestro amor y emoción, aunque faltó mi suegra, y dimos LA noticia del año: En mayo de 2011 nos convertiremos en padres de un precioso angelito (aún no sabemos el sexo).

Por recomendaciones médicas, guardamos la noticia durante tres meses, pero desde el primer instante que supimos que venía un tercer integrante de la familia, nos llenamos de dicha y alegría.

Hoy les comparto la primera carta que le escribí a mi bebé.


Teníamos planeado un viaje a Europa tu papá y yo, en ese entonces aún no estabas en mi vientre, pero sí en mi cabeza. El amor que siento por tu padre y la excelente relación que llevamos me llenaba de ilusión y ganas de embarazarme. Antes de irnos, en broma, dijimos que intentaríamos concebirte en Europa, aunque tu papá, incrédulo, juró que no pasaría.

El día que llegamos a Londres, tu papá me sorprendió con el anillo de compromiso. Aunque ya vivimos juntos desde hace varios meses, decidimos llevar a otra etapa nuestra relación.

Regresamos hace dos días, un poco nerviosos pues sabíamos que algo pasaba, pero nunca pensamos que hoy llegaría esa hermosa noticia, la mejor que hemos recibido.

Ayer fuimos al súper, compramos una prueba de embarazo y hoy en la mañana, en cuanto me levanté, la realicé. No pasaron ni los 5 minutos recomendados en el instructivo cuando ya marcaba "positivo".

Tu padre dormía en la cama, después de una noche de insomnio. Una sensación de emoción, alegría y felicidad invadió mi cuerpo. No sabía qué hacer, cómo despertarlo. Tenía ganas de llorar y a la vez reír. Volví a mirar la prueba para corroborar lo que había visto, en efecto, la prueba era súper positiva.

Regresé a la cama, contemplé a tu padre dormido, leí una carta hermosa que me escribió en la madrugada. Todo apuntaba para ser un día mágico. Una carta el día que nos enteramos que comienzas a formarte en mi vientre no era casualidad.

Le di un beso en los labios a tu papi, le dije te amo y, tras unos segundos de silencio, le di la noticia. Se levantó, la miró y nos abrazamos con lágrimas en los ojos.

Después escuchamos una canción de Muse, un grupo que ya conocerás, nos abrazamos y, aunque habíamos dicho que no diríamos nada hasta saber qué nos dice el doctor el sábado, le llamamos a tu abuela Nena y a tu tía Lorena para compartirles nuestra alegría.

Ahora esperaremos al sábado para ver qué todo esté bien y que el doctor nos dé las indicaciones pertinentes.

Te amo,

Tu mamá
23/09/10

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La última carta


"Es difícil decidir cómo comenzar esta carta, estamos llenos de sentimientos y son tantas buenas memorias que nos dejaste, que ponerlo en palabras nunca será suficiente para expresar nuestro amor por ti.

Duele que te vayas, pero nos dejas con tantos bellos recuerdos que no borras la sonrisa que siempre dibujaste en nuestros rostros.

Con una simple frase, siempre nos hiciste sentir únicos, pues somos “tus nietos consentidos”. Nos enseñaste las cosas básicas de la vida, como a descifrarla con tan solo “dos preguntas”, y dejaste todos los consejos para ser bellos: pastillas para la celulitis, para las verrugas, para el cutis, para la pelonera, para las canas y para no hacerte viejo.

Nos enseñaste que “los hermanitos no se pelean”, y aprendimos las reglas de etiqueta de tu mesa: como aventar bolitas de tortilla y comer moscas y escupir sus alas. que la mesa es solo para comer, la cama para dormir y el baño para leer el periódico, y como olvidar los pajaritos en la cajuela de tu carro y la siesta obligatoria después de comer.

Gracias por aquellos chapuzones en el mar calientito a las seis de la mañana y por aguantar 24 choquecitos a tu carrito de golf, por cada uno de tus nietos, pero en especial, gracias por escoger a la mejor abuela con la que juntos crearon a la mejor familia... una bola de bribones. Por todo esto y más, gracias, te queremos y no te preocupes que nosotros cuidaremos muy bien de tu novia.

Con amor, tus nietos consentidos".


Esta fue la carta que escribimos mis primos y yo el día que mi abuelo falleció, la última carta que le dedicamos... ese día de ajetreo, de dos vuelos de conexión, de lágrimas, palabras ahogadas, pensamientos perdidos, pero al mismo tiempo ese día de unión.

Estaba dormida en casa de una de mis tías, había volado un día antes a Tijuana, donde estaba mi abuelo hospitalizado. En punto de las 7 de la mañana mi radio sonó, desperté de una y no me atreví a contestar, temía escuchar lo que al final escuché. "Tu abuelo acaba de fallecer".

Ahogué un grito, miré por la ventana y tomé aire para armarme de valor y despertar a mis primas para darles la peor noticia de su vida. En esos momentos hubiera preferido no tener voz y no ser yo quien hiciera el anuncio en la casa.

Le llamé a mi madre y a mi mejor amiga para informarles lo que acababa de suceder. Mafer, como siempre, al pie del cañón, se ofreció a hacer mis trámites de titulación y me expresó su apoyo incondicional y su amor de hermana. Mi madre calló por unos minutos y me dijo que buscaría un vuelo para estar conmigo.

Más tarde, divididos en tres equipos, partimos al aeropuerto para volar a Culiacán y velar a mi abuelo en su ciudad natal, donde toda la gente que lo quería esperaba su cuerpo.

Las primeras en llegar a Culiacán fuimos mis primas y yo. Nos dirigimos a la casa en donde compartimos tantos momentos con él; al llegar, recorrimos los rincones con la mirada, cada una tenía un recuerdo, un lugar especial, un momento favorito. Sin decir nada, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón apretado, caminamos hacia patio, nos sentamos en unas bancas y esperamos a que llegaran los demás.

Llegué a la funeraria con la ilusión de que todo fuera un mal sueño, pero al ver las cientos de coronas de flores de todos tamaños y respirar esa tristeza colectiva, confirmé que mi abuelo ya no estaba con nosotros.

Durante la tarde, lloramos, reímos, tratamos de olvidar, de recordar, de compartir, de olvidar...

Al día siguiente, antes de la misa, nos reunimos los primos en una sala de la funeraria para hacer una lluvia de ideas, secarnos las lágrimas y decir qué era lo que más recordaba cada uno de él, el gran señor que siempre nos mostró una sonrisa.

"La siesta obligada", dije pronto, "recuerdo que siempre, después de comer, me pedía que nos fuéramos a recostar a su recámara; me aseguraba que estuviera dormido y me escapaba en silencio".

Y así, cada uno fue nutriendo la carta que tras dos intentos, una de mis primas terminó leyendo al final de la misa, a la que, sin exagerar, más de cien personas asistieron.

Hoy, a tres años de su muerte, lo recuerdo con mucho cariño, lo extraño en muchas ocasiones, lamento haber perdido tanto tiempo lejos, aún me reprocho el no haber estado con él más tiempo.. aún le lloro, a escondidas y en silencio; aún añoro su presencia en días importantes de mi vida, pero, sobre todo, aún sigue grabada en mi mente su sonrisa.