domingo, 15 de enero de 2012

Después de mucho pensarlo, decidí crear otro blog para seguir compartiendo mis historias, anécdotas y experiencias, pero ahora también las relacionadas con mi nueva familia. www.laescribidorablog.com Gracias por leerme

jueves, 5 de enero de 2012

Un regalo para siempre


Cuando me mudé al nuevo departamento, estaba más que emocionada, significaba mucho para mí. El inicio de una nueva etapa, el cerrar círculos, tener que enfrentar y afrontar mis miedos, aprender a vivir completamente sola y, sobre todo, poder decorar a mi gusto y antojo.

Como buena princesa cursi que he sido toda la vida, siempre me ha gustado el color rosa. Durante mucho tiempo mis celulares fueron rosas, mi compu es rosa, la mitad de mi closet es rosa y mi último coche estuvo a punto de ser rosa, pero mis papás me salvaron de hacer semejante ridiculez, así que claro está que mi casa tenía que ser del mismo color, rosa.

Como me mudé en diciembre, lo primero que hice fue poner mi arbolito con esferas, limpia pipas y listones rosas. Había decidido que la combinación que utilizaría sería rosa y chocolate, así que me di a la tarea de buscar una pintura para pintar una pared de la sala. Cabe mencionar que hasta ese momento estaba soltera y nunca imaginé que en menos de lo que esperaba, seríamos dos.

Cuando Luis llegó, no opinó mucho sobre mi decoración, únicamente expuso que, para él, el rojo era el mejor, e, incluso, que había decidido decorar su casa con ese color; sin embargo, las cosas sucedieron más rápido de lo que pensamos, y para febrero ya vivíamos juntos. A partir de ese momento, tuve que limitarme en el uso del rosa y le di un twist a guinda, magenta o violeta, según como se vea.

Cuando comenzamos a buscar adornos, muebles y demás detalles para el departamento, encontrábamos cosas padrísimas, pero en rojo. "Ya ves, el rojo es el color padre", me decía. Poco a poco fuimos encontrando cosas que nos gustaron a los dos. Mandamos a hacer un mueble para la sala en color chocolate y guinda (o magenta) y agregamos a nuestra mesa de bodas un tapete guinda con negro, pero faltaba algo muy importante, un cuadro.

Dedicamos un día a pasear por San Jacinto en busca de la pintura perfecta y no encontramos nada. Chequé varias páginas de artistas, busqué a través de facebook y en algunas galerías, pero no, nada me convencía. De pronto, cuando supimos que estaba embarazada, fijamos nuestra atención en los artículos de bebé y nos olvidamos de la decoración del hogar, lo dejamos en "stand by".

En nuestro aniversario, Luis me llevó de sorpresa a Tequisquiapan con el fin de cumplir uno de mis gustos, volar en globo.

La tarde que llegamos, fuimos a caminar al centro del pueblo. Recorrimos los locales, comimos un pan de queso que nos recomendaron y nos dedicamos a disfrutar de la noche. De repente, una escultura a fuera de una tienda llamó mi atención. Entramos y nos enamoró un cuadro. Era rojo con marco chocolate y tenía escrita, además de otros garabatos, la palabra "Amore". Hubiera sido el cuadro perfecto de no ser por el color.

Antes de Navidad, el marido me avisó que tenía un regalo especial para mí, pero que no llegaría a tiempo para el 24. No imaginaba qué podía ser. Por un momento pensé en el iphone, pero cuando vi que no se preocupaba cuando yo preguntaba por precios o decía que lo iba a encargar, descarté la opción; también pensé en un Twinkle Baby, pero días antes, cuando salió la nueva colección, me aclaró que no me compraría otro, así que también estaba descartado.

El 29 de diciembre, a punto de salir de la oficina, recibí un mensaje del marido que decía "amor, ¿ya vienes? ándale, ya llega". No me pareció raro, pues generalmente nos avisamos cuando vamos hacia casa o preguntamos cómo va el otro. Cuando abrí la puerta, sólo escuché "ay no, se nos adelantó", acompañado de una carita de niño travieso.

Cerré la puerta, di unos pasos y me encontré con tremendo regalo. El cuadro que habíamos visto en Tequisquiapan, pero personalizado. Resulta que Luis contactó al artista y le pidió que hiciera uno con la misma idea del que nos había gustado, pero con otra paleta de colores, la adecuada para la casa, y otra leyenda, "Hanover Sq", calle de Londres en la que me entregó el anillo de compromiso.

Además de lo increíble del regalo por sí mismo y el significado especial que tiene, amé mi regalo por la originalidad del marido, pero, sobre todo, amo al marido por ese tipo de detalles que tiene conmigo y que nutren la relación día a día.